miércoles, 31 de marzo de 2010

LA SABIDURÍA DE LOS NATURALES DE NUESTRA AMÉRICA

LA SABIDURÍA DE LOS NATURALES DE NUESTRA AMÉRICA
Sergio Briceño García*

El título de este artículo recuerda a José Martí quien llamó naturales a los habitantes originales de Suramérica y el Caribe, y Nuestra América a esta región del mundo.
El hombre y la mujer del siglo XXI tienen un compromiso vital que cumplir con la historia de la humanidad. Este siglo es decisivo para marcar el destino de su especie. Sobre este asunto trascendental hay dos opciones: a) seguir el curso de la historia guiándonos por la filosofía de la cultura occidental, hoy globalizada, cómplice de los terribles peligros que nos acechan o b) responder conscientemente ante la verdad científica, que nos enseña sobre el desastre causado al ambiente, principalmente por los países industrializados, con sus consecuencias caóticas para la perpetuación de la vida en el planeta. La primera opción nace de la ignorancia porque la mayoría de las personas no saben la gravedad de lo que está pasando. Mucho peor es, asumir esta opción con la convicción filosófica imperante en el mundo, desde que las falsas creencias religiosas la incubaron en la conciencia de nuestra civilización, de la supuesta superioridad del ser humano sobre el medio que lo rodea. La religión católica enseña, sin ninguna veracidad, que Dios es el creador del Universo en vez de entender todo lo contrario: el Universo es el creador de Dios: materia-vida-idea. La vida se origina por una compleja evolución de la materia orgánica que tardó miles de millones de años, luego se sucedería la evolución y mutaciones de las especies por otros millones de años hasta llegar a la escala superior de la especie humana en la cual se alcanza la última generación de la evolución biológica. Ésta se corresponde con la más compleja organización de la materia la cual permite la función físico-química de la inteligencia y la creatividad. Con estas dos maravillosas funciones biológicas el ser humano, haciendo uso de la razón, de la reflexión y del alma, fue capaz de inventar: las creencias religiosas, las utopías, la filosofía, la ciencia, la cultura, la tecnología, la industrialización, la explotación del hombre por el hombre y el capital, no al revés. Primero fue el Planeta Tierra, la Madre Tierra o la Pachamama, después el Hombre y finalmente el invento humano más sublime: la idea de Dios Todopoderoso, el Padre Nuestro, y la Teología.
Las creencias religiosas por ser dogmáticas rechazan cualquier otro razonamiento filosófico que no sea el de la Teología y no aceptan el método científico para buscarle explicación lógica a su predicamento. La Fe en Dios es la esencia y última explicación para todas las religiones. Independientemente de su irracionalidad y falta de objetividad, la religiosidad, por su naturaleza íntima y de sentimientos profundos, forma parte de una característica esencialmente humana. La condición subjetiva o espiritual del hombre es una de las características fundamentales de nuestra especie y las religiones son una de las tantas manifestaciones de la espiritualidad y de la subjetividad de los pueblos pero no las únicas. En esta categoría se clasifica también toda la potencialidad creadora no religiosa de la humanidad. El ser humano es simultáneamente pensamiento reflexivo y sentimiento; cerebro y alma; realismo y abstracción; todas éstas son expresiones de la inteligencia. Las religiones forman parte de la diversidad del pensamiento es posible disentir de su planteamiento filosófico pero hay que respetarlas por el derecho a la libertad de cultos. Los creyentes de todas las religiones del mundo ayudan mucho al empeño de los ecologistas por salvar la vida en el planeta, cuando asumen la idea del bien y del mal en un sentido correcto. La idea del bien debe estar asociada a la sanación del ambiente y a la conservación de la vida. La idea del mal debe estar asociada a identificarlo y a reconocerlo en las causas estructurales que ponen en peligro la vida en la Tierra. Del lado del bien se encuentran los pueblos y del lado del mal están las cúpulas defensoras de los intereses del capital entre ellas las altas jerarquías eclesiásticas. La sabiduría de los naturales de nuestra América consistió en cultivar, creer, y construir siempre una idea del bien asociada al cuidado, preservación y conservación de la naturaleza la cual representaba para ellos la esencia y última explicación de todas las cosas no subordinada al hombre.
La Iglesia Católica, no el pueblo cristiano ni los movimientos evangelizadores y ecuménicos, suele predicar que basta rezar para salvar al mundo. Es difícil suponer que la Iglesia, por lo menos la Apostólica y Romana, va a ponerse al lado de los pueblos en vez de continuar siendo el soporte moral del capitalismo causante principal de la contaminación del planeta. Las luchas conservacionistas, ambientalistas y ecologistas se nutren de militantes sin distingos de razas, credos o religiones. Las diferencias filosóficas se ponen a un lado en la práctica cuando se trata de salvar la vida de la especie humana El instinto de perpetuación de la especie es capaz de unir al género humano cuando está en juego su preservación. Otra cosa son las Iglesias que piensan según sus grandes intereses entrelazados con el capital. Si no fuera así la “Conferencia Mundial de los Pueblos sobre el Cambio Climático y los Derechos de la Madre Tierra” tendría que realizarse en el Vaticano presidida por el Sumo Pontífice y no en Cochabamba convocada por Evo Morales.
La filosofía de la actual civilización coloca en el centro de todas las cosas al Ser, al Existencialismo, a Dios o al pragmatismo del capital que es la máxima invención frankeisteniana del hombre. Es una filosofía que subordina la naturaleza a la inteligencia del hombre para ponerla a su servicio y destruirla. Hace 50 años se pensaba que esto sólo era posible por una guerra nuclear nada descartable en el presente. Hoy en día es el cambio climático, producido por la contaminación del ambiente, la contra utopía y el desaguisado de los peores desatinos del ser humano.
Todas las civilizaciones que se generaron por la sabiduría de los naturales de nuestra América: la Azteca, la Maya, y la inca, nos dejaron por herencia cultural una filosofía radicalmente opuesta a la que nos impusieron los conquistadores en el siglo XVI. Sin ir muy lejos en nuestras propias tierras los Tamanacos profesaban el culto del Padre Amalivaca según la cual la especie humana germinó de las semillas del moriche que fueron diseminadas después de una gran inundación. Los llamados indios salvajes, aquellos que supuestamente carecían de alma, a quienes defendió el clérigo Bartolomé de las Casas de la crueldad de la Santa Iglesia, aquellos naturales de nuestra América, miles de años antes de ser exterminados por la civilización occidental, ya habían desarrollado fecundos sentimientos superiores de armonía entre el hombre y la naturaleza. Los ultracivilizadores, estériles de amor a la naturaleza, de las cúpulas dominantes, en los países desarrollados, han sido incapaces de generar valores para cuidar el planeta, sino todo lo contrario.
Los tradicionales ataques de la derecha intelectual siempre han caricaturizado la sabiduría de los naturales de América identificándola con la antítesis del progreso y de la civilización. Hay que reconocer que el progreso logrado por la actual civilización ha alcanzado altos niveles de avances científicos, económicos y culturales en los países desarrollados e industrializados. El problema está en que esas comodidades y mejoras son sólo disfrutadas por la minoría del Planeta en correspondencia con la filosofía discriminadora de nuestra civilización: racista, explotadora, dominante e imperialista. Pero lo más dramático es la filosofía frankeisteniana de nuestra civilización que no se ha conformado con ser la causa del hambre y la miseria globalizada, que no se ha inmutado en producir toda la variedad de armas destructivas superiores a la posibilidad de sobrevivencia del Mundo y ahora, como si fuera poco, desestabiliza las condiciones favorables para la vida invadiendo la atmósfera de gases contaminantes causantes del cambio climático.
La utopía realizable de una nueva civilización debe apuntar hacia: a) la equidad social para que los avances logrados por la inteligencia humana en educación, salud, alimentación, comodidades y vivienda sean disfrutadas por toda la población mundial, b) la eliminación de las armas de destrucción masiva y la utilización de la energía atómica sólo con fines pacíficos, y c) la sustitución de las causas estructurales causantes de la pérdida de la capa de ozono y del cambio climático por un nuevo modelo civilizador factible para la perpetuación de la vida en el planeta.
La humanidad tendrá que evolucionar, mutar o saltar a una etapa superior de su historia, con la abolición del neoliberalismo y el capitalismo para fundar, instaurar e innovar un nuevo modelo societario del siglo XXI en la civilización del tercer milenio.
*Profesor, ex Director Ejecutivo de la Casa de Nuestra América José Martí.
sergiobricenog@yahoo.com
padreamalivaca.blogspot.com

miércoles, 24 de marzo de 2010

UTOPÍA REALIZABLE DE UNA CIVILIZACIÓN AMANTE DE LA MADRE TIERRA

UTOPÍA REALIZABLE DE UNA CIVILIZACIÓN AMANTE DE LA MADRE TIERRA
No hay un objetivo más urgente en el mundo que salvar a la especie humana del peligro real y cercano de extinción. Objetivamente la actual civilización responsable de crear las condiciones materiales y filosóficas para la desaparición de la vida en el planeta, no es viable para evitar el gran vacío infinito que amenaza con dejar de herencia al Universo. La humanidad reclama con angustia por un instinto de perpetuación de su especie, presente en el subconsciente colectivo, que la vida en la Tierra no sea un fenómeno finito clasificable como un recurso natural no renovable. Esta reclamación todavía no ha llegado al nivel superior de la conciencia global y en cierta forma el género humano, en su mayoría, marcha por inercia hacia el matadero, hacia el abismo de su desaparición. La verdad está todavía limitada a los círculos de investigación científica cuyos resultados son inexorables: la vida no será posible en las condiciones adversas físicas, químicas y biológicas, cuantificadas matemáticamente, que se están acumulando aceleradamente en el planeta, como consecuencia de la acción destructora de los equilibrios ecológicos. El conocimiento científico no tiene interrogantes que pongan en duda los resultados de sus investigaciones: si continúan eliminándose las condiciones favorables para la vida, ésta será condenada inevitablemente a su desaparición.
No se trata de alguna fantasía verniana ni de pronosticar, presagiar o vaticinar posibles eventos futuristas perdidos en el tiempo. Son amenazas comprobadas por el conocimiento científico, cuyos primeros efectos pueden ser observados en los cambios climáticos. Son predecibles, con rigurosidad matemática, las consecuencias destructoras de los gases contaminantes y del efecto invernadero. No en vano movimientos ecológicos en todas partes del mundo continúan levantando sus voces de protesta, de alerta y de conciencia conservacionista. Estos grupos de gran importancia humanista tradicionalmente han sido minorías poseedoras de la verdad, portadoras de una mística encomiable y dueñas de la razón pero son todavía minorías conscientes ante la indiferencia de las grandes multitudes planetarias adormecidas, influenciadas y confundidas por los poderosos recursos mediáticos, culturales y la ideología global predominante en la superestructura del planeta.
Es penoso, terrible y deplorable que nuestra civilización haya desarrollado globalmente una estructura y una superestructura inviables para la perpetuación de la especie humana. Todo el esfuerzo de la inteligencia humana para dotar al mundo de progreso, comodidad y cultura ha devenido en esta triste realidad. El problema causante y generador que está llevando el planeta a su agonía está localizado, circunscrito y confinado en los países desarrollados e industrializados pero las consecuencias destructoras nos afectan a todos y con más fuerza, por razones obvias, a los países pobres, es decir a la mayor parte de la población mundial, pero llegado el día del colapso global la desaparición será total y los ricos tampoco se salvarán de la extinción.
La estructura y la superestructura de los países desarrollados e industrializados están sustentadas materialmente y filosóficamente en el capital que es la esencia y última explicación de todas las cosas en el sistema dominante en el planeta. El capital tiene vida propia ha evolucionado vertiginosamente desde su consolidación después de la Revolución Francesa y de la Revolución Industrial. El capital mutado en corporaciones, transnacionales y en su fase superior el imperialismo, tiene sus propias reglas sin consideraciones ni reflexiones humanas. Al carecer de principios normativos ha construido su propia ética ultracivilizadora y frankeisteniana. Es incapaz de soñar, no es humano, en una civilización cuya prioridad sea garantizar la perpetuación de la vida en el planeta. El capital es un monstruo antinatural inventado por el hombre que está destinado a destruir a su creador de allí su naturaleza.
En Cochabamba, Bolivia se reunirá del 20 al 22 de abril la “Conferencia Mundial de los Pueblos sobre el Cambio Climático y los Derechos de la Madre Tierra.” Este será un momento, una instancia, y un espacio donde estará concentrada la esperanza de la humanidad y la utopía sanadora del planeta. Son muchos los temas centrales que ocuparán nuestra atención como punto de partida de una cruzada por la construcción de una nueva civilización libre del monstruo frankeisteniano del capitalismo.
Este es un tema prioritario porque es de vida o muerte. En la conferencia mundial de Cochabamba el pensamiento por la utopía realizable de una civilización amante de la Madre Tierra se catapultará para la construcción del trabajo social en armonía con la naturaleza.
Profesor Sergio Briceño García
sergiobricenogarcía@yahoo.com
padreamalivaca.blogspot.com

miércoles, 17 de marzo de 2010

RODOLFO SANZ SE CAYÓ DE LA CAMA Y SE LE ACABARON LOS SUEÑOS

RODOLFO SANZ SE CAYÓ DE LA CAMA Y SE LE ACABARON LOS SUEÑOS.
Sergio Briceño García*
Ayer leía en la página central del Diario VEA el debate iniciado por Rodolfo Sanz para discrepar de otro artículo publicado en el mismo Diario titulado el “Socialismo Comercial”. Los involucrados directamente en esa discusión son dos cuartos bates y sabrán, cada quien, sostener la argumentación ideológica de sus respectivos puntos de vista. En consideración de ser público el debate no he podido abstenerme de opinar pero únicamente en el aspecto filosófico de la cuestión que está en el área de mis modestas investigaciones.
El titular del artículo sintetiza las reflexiones de este escrito de manera impactante y fue seleccionado con una intención deliberada de ironía porque los sueños a que haremos referencia no son precisamente los fisiológicos. No, estamos hablando de la condición sine qua non y universal del ser revolucionario, o sea, hablamos de la capacidad humana de soñar, de sentir, de imaginarse, de creer en la utopía y de crear todas las formas posibles del pensamiento con la carga ética y estética imbuida en la idea de los poderes creadores del pueblo inventada por Aquiles Nazoa. En forma revanchista Rodolfo Sanz trata de confundir, al que se quiera dejar confundir, al intentar descalificar, minimizar y falsear la conceptualización revolucionaria de la utopía tildándola simplemente de fantasía. La discusión entre el concepto revolucionario de lo utópico realizable y la idea burguesa de la utopía imposible la creíamos completamente superada porque sobre ese tema ya en el pasado escribieron muchos intelectuales en todo el mundo . Me preocupa un tanto, que un cuadro político de la talla de Rodolfo Sanz con las tremendas responsabilidades que ocupa en la revolución bolivariana nos salga a estas alturas con tremendo contrabando filosófico que en vez de asimilar el desafío histórico de la revolución bolivariana a la utopía posible por la cual luchamos los revolucionarios esté citando a Tomás Moro para enredarse en un juego de palabras con el socialismo real cuando dice: “ El socialismo requiere una alta dosis de realismo.” Hay dos planos, dos acepciones de utopía: a) el de los mitos, la esencia imaginativa, el don profético y la fantasía libre de grandes sacrificios y b) el de los hechos históricos, transformadores, revolucionarios, la utopía misma en trance de concretarse en medio de grandes esfuerzos y dificultades. Los revolucionarios militamos en el segundo plano sin una línea divisoria con el primero porque no puede haber una separación mecánica entre lo imaginado y lo vivido. Qué se trae entre manos Rodolfo Sanz tratando de confundir la utopía realizable con la utopía imposible etiquetando ambas en la palabra fantasía que utiliza con insistencia e inconsistencia.
La revolución bolivariana tiene muchas particularidades entre ellas su alta dosis de lo espiritual, subjetivo y religioso. Podría llamarse perfectamente la revolución de la esperanza. Las masas creen en Chávez con un sentimiento de Fe y hay un enamoramiento de las mayorías con su líder. Ese fenómeno sociológico es la base del chavismo con el Comandante Presidente llamando a cerrar filas con las ideas socialistas. Esta peculiaridad de la revolución bolivariana la hace capaz de realizar grandes transformaciones. Es necesario que la esperanza en el socialismo no se debilite. Es imprescindible que la mayoría del pueblo crea en la utopía realizable del socialismo. Estamos bien jodidos cuando un Rodolfo Sanz llama a no soñar y a no creer en la utopía porque según él todo eso son ilusiones y fantasías. Estas reflexiones son un llamado de alerta a las desviaciones de derecha.
Las consideraciones de Marx y Engels al imponer a quienes los precedieron la etiqueta de socialistas utópicos en oposición al socialismo científico sirvieron para diferenciar contundentemente las teorías de Saint-Simon y de Fourier , en Francia, y de Owen en Inglaterra, de la categoría de análisis metodológico descubierta por Marx y Engels. Ahora la significación negativa que se le puso al término utópico sólo ha prevalecido en pensamientos dogmáticos y estériles. En su obra “Fuegos Bajo el Agua. La invención de la Utopía” de Isaac J.Pardo son innumerables las citas de escritores que reivindican el término utopía del concepto peyorativo al que había sido relegado desde tiempos remotos. Se acepta en la actualidad que lo utópico es: “una fuente de esperanza, un modelo para la acción, la materialización de la razón, la solución de los problemas sociales, la senda de la felicidad, un ideal digno de ser imitado o el inevitable resultado del proceso histórico” (Ian Tod y Michael Wheeler) También cita Pardo a Mannheinm: “ Solamente llamaremos utópicas a aquellas orientaciones que trascienden a la realidad y que, al informar la conducta humana, tienden a destruir, parcial o totalmente, el orden de cosas predominante en aquel momento”… “De ahí el carácter revolucionario de la utopía, de ahí la incomprensión que suele rodear a los planteamientos utópicos y las reacciones adversas que provocan”. Agrega Isaac Pardo a su cita.
Hoy en día es utilizado comúnmente en el mundo el término utopía, por escritores e intelectuales de izquierda, para hablar de la utopía de Marx y Engels la cual se concretaría en la Rusia Zarista con la revolución bolchevique conducida por Lenin. Aquí en Venezuela con la lucha de clases y con el pueblo organizado también vencerá la utopía de la revolución bolivariana conducida por el Comandante Chávez.
*Profesor
http://padreamalivaca.blogspot.com

lunes, 8 de marzo de 2010

SOBRE SALVAJES por Gustavo Pereira

Sobre salvajes...
Por: Gustavo Pereira
Fecha de publicación: 08/03/10


Los Pemones de la Gran Sabana llaman al rocío

Chiriké Yetaakú, que significa Saliva de las Estrellas;

A las lágrimas Enú parupué,

Que quiere decir guarapo de los ojos;

Y al corazón Yewán Enapué: Semilla del Vientre.

Los waraos del Delta del Orinoco dicen

Mojokoji (el sol del pecho) para mostrar el alma.

Para decir amigo dicen Ma Jorakaisa: Mi otro corazón.

Y para decir olvidar dicen Emonikitane, que quiere decir perdonar.



Los muy tontos no saben lo que dicen

Para decir tierra dicen madre

Para decir madre dicen ternura

Para decir ternura dicen entrega.



Tienen tal confusión de sentimientos

Que con toda razón las buenas gentes que somos

Les llamamos salvajes...”